Martes, 03 Noviembre 2015 00:00

Precariedad, anomia e imposición fiscal

Rubén Fúnez

Nos encontramos en una situación descrita por muchos como gris. ¿A qué nos referimos cuando describimos la situación en aquellos términos? Un ejemplo puede servir de respuesta. En la noche recién pasada (29 de octubre de 2015) a Asamblea Legislativa aprobó el “impuesto” que hay que pagar por el uso de celulares, tabletas, internet, cable, etc. y, asombrosamente, la población no ha emitido ni el más mínimo gesto de desaprobación.

Al consultar a mis alumnos al respecto; uno de ellos, comparando la situación actual con las décadas del 70 y 80, afirmaba que el gran problema de hoy es que la gente no protesta porque se siente sola, sin apoyo; en cambio, en las protestas de aquellos días, la gente, rigurosamente hablando, no protestaba como Pedro o como Juan, sino como miembros de poderosas organizaciones sindicales, que fungían  como escudo protector.

Esta observación es un motivo más que suficiente para apuntar a lo que probablemente sea el signo más grande de nuestro tiempo, nos referimos a la falta de capacidad para negociar que tiene actualmente la población y esa incapacidad se debe fundamentalmente a la crisis profunda por la que está atravesando el sindicalismo salvadoreño. Y a su vez esta crisis es manifestación de una renuncia mucho más grave, la renuncia a la política. Después de los acuerdos de postguerra, se dejaron a las organizaciones populares a la deriva.

Otro alumno dijo, con sencillez, que la población simplemente tiene miedo a ser golpeado, etc, etc. la observación dio pie para recordar que aunque en el pasado no se protestara a título personal, las golpizas y muertes si eran soportadas individualmente. Sin embargo, no fueron razón suficiente para que se dejara de protestar. Este dato no nos libra del miedo a una posible represalia por parte de los aparatos represivos; cuestión que nos hace pensar la mala gestión que tuvo la postguerra, que hace a algunos afirmar que también se renunció a la guerra.

Pero no solamente estos dos rasgos explican el comportamiento de la población salvadoreña. Hay, en buena parte de los salvadoreños organizados, la sensación de que se encuentran ya en el poder, y que todas aquellas reivindicaciones por las que en otrora se luchó tan atrozmente, van a ser conseguidas mediante la gestión de sus líderes, que ahora se encuentran ya en el poder.

La pregunta que inexorablemente hay que hacerse es si de verdad tienen el poder. Y hay que decir, que si el sistema sigue siendo el mismo e incluso si el modelo lo sigue justificando, tendremos que afirmar que rigurosamente hablando no se ha tomado el poder; no sólo esto, también hay que decir, que desde el momento mismo en que el FMLN devino en partido político con las mismas reglas de juego, hay que afirmar que se renunció a tomar el poder.

Aquella triple renuncia, fue la condición de posibilidad para que en el país se entrara en un proceso de privatización, con la consiguiente flexibilización laboral que nos ha sumido en la más nefasta inseguridad.

La inseguridad en la que ahora nos debatimos tiene tres frentes, hay inseguridad en el empleo, inseguridad en el trabajo e inseguridad respecto a nuestros derechos. La inseguridad es el medio para que, como muy bien lo dice la sabiduría popular, el empleador mida la necesidad del empleado, se trata de una inseguridad en la que los trabajadores no tienen ni la más mínima posibilidad de reaccionar.

Ante esta situación, no es por eso extraño que a todos nos invada una sensación de desfallecimiento y sin sentido, porque como también afirma Standing (2014), esta crisis también es existencial. Tanto a trabajadores como a intelectuales, nos invade una enorme anomia.

*Investigador y docente de la Universidad Luterana Salvadoreña

Visto 1656 veces Modificado por última vez en Martes, 03 Noviembre 2015 20:53