Martes, 26 Julio 2016 00:00

El Salvador, una sociedad con anomia y parálisis

 

René Alejandro Molina*

 

 

En sociología el término anomia fue introducido primeramente por Emilio Durkheim en su libro El suicidio, el cual estudia las causas del suicidio en la sociedad europea a mediados del siglo XIX. Para Durkheim una de los factores determinantes que lleva a una persona a cometer un suicidio es la Anomia que se vive en una sociedad, la falta de reglas y valores que la rigen, y que lleva a una persona a tener miedo, inseguridad, insatisfacción, angustia y que puede terminar en el suicidio.

 

Por otra parte Robert K. Merton, que también se interesó en estudiar la anomia en la década del 30 del siglo XX, la define como la imposibilidad que tienen ciertos individuos de acceder a medios que les sirvan para alcanzar fines u objetivos socialmente establecidos. La imposibilidad de acceder a estos medios para alcanzar fines u objetivos se da mayoritariamente en los grupos socioeconómicos de más bajos recursos, y en los cuales se da un desvió social que se puede reflejar en: alcoholismo, delincuencia juvenil, drogadicción, violencia doméstica o violencia en general, trastornos mentales, etc.

 

En el contexto salvadoreño podemos observar una anomia en la sociedad, la cual desencadena un sinfín de problemas sociales que afectan mayoritariamente a la clase más vulnerable económicamente hablando, una anomia que se refleja en altos índices delincuenciales, altos índices de homicidios, altos índices de violencia y en una constante producción y reproducción de las pandillas y maras juveniles.

 

Este estado de anomia el cual vive la sociedad salvadoreña ha sido producto de las malas decisiones y políticas implementadas por los gobiernos que precedieron a la guerra civil, cuyas políticas fueron enfocadas en la reconstrucción del país en el ámbito económico, dejando de lado la reconstrucción del tejido social, un tejido social que había quedado devastado después de la guerra. Nunca se le puso atención a los millones de desplazados que dejó la guerra, los cuales fueron poblando paulatinamente los grandes centros de hacinamiento poblacional que años más tarde generarían un sinfín de problemas sociales.

 

A la vez nunca se le puso atención a la gran cantidad de deportados provenientes mayoritariamente de Estados Unidos, algunos, en un alto porcentaje, habían cometido delito en suelo norteamericano y que años más tarde serian el abono de cultivo para el nacimiento de las pandillas. Nunca se le puso atención a los graves trastornos mentales que había dejado la guerra en millones de salvadoreños. Nunca se le puso atención a los millones de niños y niñas huérfanos que dejo el conflicto armado. En este contexto se comenzó a implementar un sistema neoliberal el cual amplío la brecha entre ricos y pobres.

 

Pero la anomia no sólo genera una sociedad altamente conflictiva, también ha generado una sociedad paralizada, una sociedad que no reacciona a lo que sucede en su entorno, una sociedad que esta consiente de su situación; pero no hace nada para intentar cambiarla, una sociedad que se sostiene sobre el delgado hilo imaginario de que vivimos en “paz” y por lo tanto hay que cuidar esa “paz”, aunque los registros de asesinatos diarios nos digan lo contrario.

 

Una sociedad que ve que el gobierno hace las cosas mal pero se conforma con decir: mañana lo rectificara. Una sociedad que esta drogada por las grandes compañías de televisión, por los grandes centros comerciales, por las grandes marcas de ropa, por la gran cantidad de teléfonos inteligentes baratos, por el fenómeno de las redes sociales, por el bipartidismo político que ha generado una gran cantidad de fanáticos los cuales defienden a capa y espada al político de su preferencia, a pesar que está demostrado que los políticos en este país les falta transparencia, que se pelean frente a las cámaras, pero detrás de ellas ejecutan oscuros acuerdos.

 

Una sociedad que su mayor acto de revolución es escribir un comentario en redes sociales en contra del gobierno. Una sociedad que se conforma con que una compañía de teléfono saque un spot criticando a los políticos, pero no ve más allá de que el fin último del spot es llegar a los grandes consumidores aprovechando una coyuntura política.

 

Una sociedad con anomia y parálisis, en eso nos hemos transformado, o en lo que nos han transformado, en una sociedad que lo único que espera es que un día el Mesías venga y nos libre de todo los males que padecemos, pero no nos hemos dado cuenta que el Mesías ya este entre nosotros, y no, no me refiero al chico de los calcetines de colores, me refiero a que el Mesías está en mismo pueblo y que es el mismo pueblo el único capaz de cambiar las cosas, el único capaz de cambiar el statu quo, ahí, en el pueblo es donde está el verdadero Mesías, el verdadero cambio.

 

*Pasante de Curso de Realidad Nacional de la Universidad Luterana Salvadoreña.

 

 

 

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