Martes, 17 Noviembre 2015 00:00

¿Por qué no leemos?

David Quintana

Estamos en la era de la información y la comunicación, se producen innumerables volúmenes de información, tenemos texto por todas partes y por todos los medios posibles. ¿Quién la lee? ¿A quién le interesa? ¿Quién la necesita? ¿Quién puede leerla?.  Seguramente más de uno de nosotros podrá haberse hecho estas preguntas  teniendo claridad que para leer “la única forma para lograr su aprendizaje es a través de la práctica” (Cova, Y, 2004). Es decir, leer, leer y leer.

Se habla de crisis de lectura y de lectores. Según la RAE la lectura es “un proceso de formación biológica, social, histórica y cultural  que permite la interpretación del sentido de un texto”. Es decir, si es un proceso es necesario el rol de la familia y de los maestros que lean, que modelen y que motiven a leer. De acuerdo a Strommen & Mates (2004), “el gusto por la lectura en los niños está presente cuando comparten este placer con al menos un miembro de su familia y hablan con él sobre los libros leídos”. Cuando alguno de los padres interactúa con sus hijos a través de la lectura, dialogando lo leído, esta práctica se puede convertir en un hábito.
 
La praxis evidencia que la poca o nula existencia de modelaje de lectura en el núcleo familiar, ha contribuido a un desinterés por la misma más adelante en el ámbito escolar esta idea le falta algo. Lo cual resulta explicable desde la teoría del aprendizaje social puesto que “muchas de nuestras [actitudes] se adquieren en situaciones en donde interactuamos con los otros o simplemente observamos sus comportamientos. “Mediante el modelaje los individuos aprenden nuevas formas de comportamientos observando y copiando simplemente las acciones de los demás. Es de decir, que un hijo que no observe a su padre o madre que acostumbre a leer,  difícilmente  adoptará esta práctica en su cotidianidad.

Desde la perspectiva pedagógica se sabe que si desde el hogar se trabaja con esta habilidad, su aprendizaje será más efectivo y significativo, porque ahí existen condiciones especiales que favorecen su práctica, como por ejemplo, el afecto, la comprensión y comunicación, la cercanía entre padres e hijos, la posibilidad de una atención individualizada, la presencia de diversidad de materiales impresos, entre otros; todo ello dará como resultado un niño competente para la lectura y el aprendizaje.

En este sentido, aunado a factores tales como, un currículum en desfase, la falta de recursos, vocación e idoneidad en el ejercicio docente, se tiene como consecuencia un déficit en el desarrollo de competencias en la población estudiantil, siendo este el caso del fomento y desarrollo de competencias lectoras,  las cuales se han caracterizado por haber sido orientadas mediante una metodología tradicional  que, a su vez, ha hecho de la lectura una práctica forzada y carente de sentido.

Resulta difícil  pensar en el fomento de actitudes positivas hacia la lectura,  entendidas  como: “una disposición mental y neurológica, que se organiza a partir de la experiencia  que ejerce una influencia directriz o dinámica sobre las reacciones del individuo” (Allport: 1924) al ver que el contexto ha sido desfavorable, es decir, que los estudiantes han tenido muy pocos aspectos favorables para la práctica de lectura.

Con este limitado andamiaje el estudiante recién egresado de bachillerato se ve en la necesidad de continuar con estudios superiores donde se le exigirá mayores competencias de lectura. A pesar que las Universidades sean conscientes que  según, Ana Dolores Fauvet (Presidenta de la Cámara Salvadoreña del Libro), “un 33 por ciento de los estudiantes universitarios salvadoreños – 170 mil -, compran un libro en un período de un año académico, comparado con los cinco títulos que lee en un mes un estudiante universitario en Argentina”, donde luego habrá que ver si lo lee, si lo comprende, etc.

En resumen, la debilitada formación de lectura tanto en el hogar como la inadecuada formación de esta en el sistema escolar no permite formar “buenos lectores” apenas forma estudiantes que decodifican un texto pero que no lo comprenden, esto hace que no lean, que no sientan la necesidad de leer, que no tomen una postura crítica, que solo lean para un examen y no para entender la vida.


Docente e investigador del Departamento de Educación de la Universidad Luterana Salvadoreña.


Referencias
Allport, F. (1924). Social Psychology. Boston, Estados Unidos: Houghton-Miffin
Cova, Yaritza. (2914), La práctica de la lectura en voz alta en el hogar y en la escuela a favor de niños y niñas Sapiens. Revista Universitaria de Investigación. Consulta: 06/11/2015. Disponible: <http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=41050205>
Strommen, L & Mates, B. (2004). Aprender a leer el amor: entrevistas con los mayores niños y adolescentes. Diario de los Adolescentes y la alfabetización de adultos.

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