Armando Briñis Zambrano (*)

Análisis de diferentes fuentes nacionales e internacionales señalan en El Salvador la evasión de impuestos asciende a $1,500 millones y que de esa cantidad, algunas de las empresas nacionales e internacionales que operan en el país, deben $800 millones en el pago de la renta.

Habría que señalar, que en la actual crisis de liquidez que tiene el actual gobierno salvadoreño lo anterior es un factor importante, que a la vez redonda en la generación de la vulnerabilidad de las cuentas públicas, motivado por la evasión fiscal y la apropiación indebida del IVA. Esta cifra tiene un significado aun más relevante si se toma en cuenta que la deuda pública de corto plazo asciende a un poco más de $1,000 millones (UCA, 2016).

Lo antes señalado solo es evadido, minimizado o invisibilizado por los poderes fácticos salvadoreños y los oligopolios mediáticos que los acompañan.

Ahora, también hay que enfatizar en la necesidad de que el Estado debe ser austero, y eso se logra eliminando las malas prácticas de gastos suntuarios, plazas fantasmas y demás formas de corrupción. No se puede hablar de recortes y nuevos impuestos a los sectores medios y populares cuando se perciben elevados salarios y se viaja en suntuosos coches o se compran tierras o se realizan negocios en beneficio de unos pocos., sus asociados y familiares.

A la vez, esta necesaria austeridad no debe confundirse con un recorte de gasto generalizado de los empleados que el Estado emplea como fuerza de trabajo salvadoreña, ya que con un Estado activo en la economía se contribuye al crecimiento económico.

Por otra parte los principales empresarios capitalistas del país, deben asumir plenamente el compromiso de colocar y operar sus capitales y riquezas en función social, es decir, que inviertan en la fuerza productiva principal: la población trabajadora y es necesario reformar los impuestos para que paguen más los que ganan más y aclaramos que este régimen impositivo lo indica un estudio del Fondo Monetario Internacional, para nada una entidad de izquierda, todo lo contrario.

Es evidente que la empresa privada del gran capital de El Salvador y transnacional no quiere asumir ni tan siquiera de manera moderada su responsabilidad y solo aspira a retomar el control del Estado Salvadoreño.

Hasta el momento los esfuerzos realizados por los gobiernos del partido FMLN, han sido muy tímidos e insuficientes para generar transformación de las políticas públicas que redunden en profundos cambios estructurales, urgentes para la nación y se ha continuado la espiral de endeudamiento iniciada y heredada de los gobiernos del partido ARENA.

No basta con intentar potenciar las capacidades humanas para convertir a la población trabajadora salvadoreña en una fuerza de trabajo más productiva y con conocimientos tecnológicos, a la altura de las exigencias de una economía competitiva, cuando no se cambia el perfil neoliberal del conjunto de políticas públicas.

El gran problema de nuestro país no es el crecimiento, es la redistribución de la riqueza. No puede haber unos pocos ricos con acceso a todo y una gran mayoría que vive para sobrevivir el día a día.


(*) Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña.