Lunes, 07 Noviembre 2016 00:00

La evaluación y autoevaluación: instrumentos de cambios y mejora continua

Mauricio Manzano (*)

La autoevaluación es una valoración reflexiva ensimismada, puede ser personal o institucional. Busca estar al tanto de las fortalezas y debilidades, recoger información fidedigna para tener juicios de valor y tomar decisiones acertadas con el fin de la mejora continua de una institución. Estos criterios valen para la evaluación con la diferencia que es realizada un ente externo.

 

Ciertamente, toda evaluación o autoevaluación origina una cantidad de información, y en base a esta información se emiten juicios de valor y se toman decisiones. Por esta razón es necesario, antes de realizarlas, establecer sistemas de mediciones fiables, objetivos y con un alto grado de ética. Pues todo juicio de valor emitido o decisión ejecutada puede perjudicar a personas o instituciones.

 

Hay una idea bastante generalizada que “se evalúa para controlar”, en este sentido la evaluación o autoevaluación se convierten en una herramienta inquisitiva-punitiva. Efectivamente, en ocasiones se evalúa o autoevalúa con una intención de preservar, se saben los resultados, en ocasiones no, pero no se posibilitan cambios de mejora. Además, se tiene una idea no tan honesta, los resultados van acompañados de recorte de personal o en menoscabo institucional que en ocasiones no responden a la realidad.

 

En nuestro contexto social no existe una cultura de la evaluación ni de la autoevaluación, por eso se tiene una percepción que es una medida de control o de injerencia. Genera oposición y hasta desconfianza. Se argumenta que en ocasiones, lo que viene es una especie de premio-castigo, hay experiencias concretas, sin más. Estas prácticas posiblemente pueden ser algunas razones que expliquen la actitud de miedo y temor a no ser evaluados o autoevaluados con objetividad, se percibe como amenaza o control.

 

En este contexto y a falta de una tradición de las prácticas de evaluaciones y autoevaluación, conviene, antes de realizarlas, crear conciencia que sea creíble, educar a los sujetos que los efectos siempre serán positivos y que revertirán en beneficio de los sujetos que son objeto de evaluación o en beneficio de la institución que se realice, sean los profesores, la gestión administrativa, los alumnos etc.

 

Para que toda evaluación-autoevalcion sea aceptable tiene que ser dialógica. La negociación entre las partes involucradas genera confianza y es una vía de acceso y de acuerdo más adecuada. Pero para que sea posible esta práctica es necesario crear las condiciones organizativas y de disponibilidad laboral, además de las materiales, con el fin de que sea creíble. Implicar activamente a los sujetos es la única fórmula que puede dar garantías de que el proceso dé algún resultado beneficioso y deje de ser vista como un control, amenaza o injerencia.

 

La evaluación-autoevaluación es instrumento poderoso para reformar las instituciones, cambiar desde abajo, pues se parte del conocimiento contrastado y compartido del funcionamiento real de la institución, de su organización y el estado de cada uno de los componentes que lo conforman.

 

Uno de los grandes retos es, entender y practicar la evaluación-autoevaluación, no como un rendir cuenta por una exigencia impuesta, sino como un proceso de reflexión interno y continuo.

 

Lo que se debería fomentar es la autoevaluación, más que la evaluación externa, pues la autoevaluación adquiere una dimensión más propia del desarrollo de las instituciones y de la persona, pues son los que mejor conocen las necesidades y no responder a necesidades distintas o nacidas en otros contextos. La autoevaluación bien realizada puede dejarnos ver las cuestiones claves, desafíos y posibilidades de mejora, puede ser un instrumento poderoso de cambio cuando la información adquirida sea fiable y se haga un uso efectivo de los resultados derivados de ella.

En fin, lo que se busca es la mejora de la calidad de las prácticas organizativas como contribución al desarrollo institucional. La evaluación y la autoevaluación pueden romper con la percepción de control que se tiene y los resultados a los que llegue ofrezcan una estructura de referencia en la que se pueda fundamentar decisiones y aspiraciones de innovación y cambio.

 

*Investigación y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña (*)

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