Martes, 20 Octubre 2015 00:00

La Pandilla del Mercado: cárcel y poder (Parte II)

 

 
Dagoberto Gutiérrez* 
 
La pandilla, al hacerse dueña y controladora de un territorio, también se apropia de la población que ocupa ese territorio y su crecimiento pandillero se basa en el reclutamiento voluntario o forzoso de los jóvenes que viven en esos lugares. Esta pandilla le da a sus integrantes sentido de pertenencia a partir del cual se construye una fortaleza identitaria que le permite al pandillero considerarse diferente o mejor que el o los miembros que pertenecen a otra pandilla. 
 
Hemos dicho que la pandilla construye alrededor de sus miembros un sentido de fuerza que funciona como un antídoto ante su vulnerabilidad social y su condición de excluido. Esa fuerza equivale a ser alguien en el mundo, a hacerse ver y escuchar, aunque esto funcione, en ciertos niveles, solamente frente a otras bandas, porque no siempre el o la pandillera tienen un sentido de país o de sociedad. 
 
En este aspecto es importante tomar en cuenta que la pandilla, al nutrirse de la filosofía del mercado, comparte el sentido reducido de la humanidad, propio del mercado, sus valores, la ignorancia y desconocimiento del Estado, la apropiación del territorio, tal como lo hace el mercado, el ejercicio permanente de la fuerza, y la imposición de un reparto del pastel social. 
 
Todo este proceso es desarrollado abajo en la sociedad, en el mundo pobre y vulnerable, sin tener relaciones hasta ahora, y no de manera organizada, conocida, con el mundo de arriba, el de los bancos, los grandes comercios y poderosos negociantes; sin embargo, funciona una relación estructural, inevitable y mutuamente conveniente, entre instituciones del mundo de arriba y la capacidad económica de las pandillas. 
 
La pandilla construye entre sus miembros una relación de fuerza, pero también de apoyo, de comunicación y  de jefaturas. Se trata de una especie de experimento social, pero con puertas y ventanas cerradas hacia la sociedad, aun  cuando los pandilleros operan en la sociedad. Se trata de una experiencia parecida a la de los militares cuando son formados en los cuarteles sin contacto externo y fuera de la vista de la ciudadanía que ignora lo que ocurre al interior de los cuarteles. Es en este aspecto que establecemos ese nexo con las pandillas. Por supuesto que no estamos comparando una cosa con otra. 
 
La pandilla les da a sus miembros personalidad y así, no es lo mismo ser pandillero de la MS que ser de la 18, o de otra pandilla. Se trata, aparentemente, de categorías diferentes y de personalidades diferentes, aun cuando las personas tengan un origen social similar. Pero pueden enfrascarse en una confrontación frontal por el control de territorio. Por cierto, esto es algo normal en experiencias políticas diferentes, en donde el territorio es también objeto de disputa que pueden llegar a ser peligrosas. Tal como ocurre en aquellas guerras de guerrilla, en donde no se han alcanzado todavía los acuerdos políticos convenientes. Cuando esto ocurre, el territorio es uno de los aspectos a negociar para evitar fricciones o conflictos, y son respetados por los diferentes ejércitos los territorios controlados por las diferentes fuerzas. 
 
La relación pandilla-territorio comprende los vínculos entre pandillas y las relaciones con la población residente. En ambos terrenos opera una especie de guerra mortal, en virtud de la cual la pandilla decide a donde pueden o deben vivir las personas y a donde no pueden hacerlo. Lo mismo ocurre en las relaciones inter-pandillas que no pueden operar indiscriminadamente en cualquier lugar, y en algunos casos, no pueden ni pasar líneas fronterizas imaginarias que cruzan calles, barrios o barrancos. Cualquier transgresión de la voluntad pandillera puede equivaler a una muerte segura. 
 
La pandilla opera con mucha certeza y seguridad, precisamente porque en la sociedad hay ausencia total del Estado, y en ciertos lugares y circunstancias, la pandilla puede llegar a ser una fuerza que da seguridad a la comunidad y pueden organizar la vida de las personas. 
Cuando el accionar del Estado se expresa en el trabajo policial, las pandillas saben que tienen una cancha abierta para su desempeño porque la PNC carece de las condiciones, el ánimo, la naturaleza y hasta la vocación para acometer funciones que superan, con mucho,  sus posibilidades y capacidades. Así las cosas, la pandilla disputa con otras pandillas, pero no con un Estado invisible, el control de los territorios, y las poblaciones residentes aparecen como impotentes, sin capacidad de respuesta, en manos de las organizaciones pandilleras. 
 
Es notorio, hasta ahora, que las pandillas carecen de una visión política sobre el Estado y la sociedad; pero esto no debe obnubilar la visión acerca de que el ejercicio del poder y su choque con fuerzas policiales y militares, despierta en las pandillas su calidad de fuerzas políticas, capaces de contar con opinión y hasta posición sobre el país, el gobierno, los poderes, y, probablemente, hasta opciones de país y sociedad. Y en algunos niveles, es de prever el funcionamiento de probables y eventuales negociaciones o acuerdos, o diálogos, con poderes estatales. Esto quiere decir que no se trata de fuerzas sociales uniformes, que puedan ser consideradas simplemente como fuerzas delincuenciales, sin tomar en cuenta la reciedumbre de las consideraciones que buscan ubicar los diferentes colores que nutren al fenómeno. 
 
*Vicerrector de la Universidad Lueterana Salvadoreña
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