Viernes, 19 Junio 2015 00:00

La Educación: Una inagotable necesidad del ser humano

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David Quintana*
 
Afortunadamente, no existe ni un día en la vida que podamos darnos el lujo de decir que no hemos aprendido algo, voluntaria o involuntariamente. De manera formal e informal nuestra vida experimenta continuamente una serie de cambios que desde el punto de vista pedagógico se conocen como aprendizajes, los cuales se producen mediante la interacción con otros seres humanos y con el entorno.
 
Científicamente dos cosas pueden absolutizarse; el hecho de nacer y luego morir en un tiempo y espacio determinado. Entre estos dos límites de la existencia humana se desarrolla una compleja e interminable lucha por conocer tanto lo existente como lo inexistente. Uno de los primeros aprendizajes del infante consiste en reconocer que no está solo y que existe todo un universo lleno de seres humanos que le ayudarán a suplir necesidades primarias que pronto entenderá que serán para toda la vida. La  dinámica de hacerse preguntas apenas está comenzando, por ejemplo llevando todo a la boca, tocando, escuchando, oliendo y observando, este bagaje de experiencias constituyen los primeros y más importantes aprendizajes de la vida, siendo muchos de ellos por ensayo y error.
 
Al percatarse de ésta búsqueda de conocer, el primer agente socializador (la familia) se convierte inevitablemente en la primera escuela del ser humano, los padres consciente o no de su rol empiezan a educar desde el momento de la concepción, luego durante los nueve meses que dura el embarazo, al observar, escuchar, oler, degustar y tocar a través de la madre el mundo al que pronto saldrá para quedarse tiempo determinado.
 
Los aprendizajes alcanzados en la familia responden a necesidades primarias que con el tiempo resultan  insuficientes para el niño, pues llegan momento no sólo de conocer sino tambien de buscar explicaciones para entender a partir de hacerse preguntas complejas: ¿Por qué llueve? ¿Por qué dormimos? ¿Por qué algunos animales tienen cuatro patas y otros solo dos?, ¿Por qué papá y mamá tienen que ir a trabajar?, entre otras. Con preguntas como éstas ya no es suficiente conocer que algo se come o no, que algo tiene buen olor, sabor, color etc., se trata de ir más allá de experiencias sensoriales, estamos ante “necesidades científicas de educación” que demandan explicaciones que deben ser asumidas por la familia con responsabilidad, eliminando toda posibilidad de dogmas, creencias y falacias que frenen la búsqueda de comprensión del mundo. En este sentido la búsqueda del ¿Por qué? en los niños y niñas constituye la primer evidencia de una necesidad cognitiva que debe ser suplida, y la familia es la primera institución educadora de hábitos, valores, preconceptos, actitudes, etc. 
 
Sin embargo, la vida de todo ser humano sigue su curso, pues sin dudas se continuarán haciendo preguntas que necesitan de una educación formal, en la que se oriente psicopedagógicamente el desarrollo integral de todo ser humano ante la diversidad de necesidades educativas muy propias de cada estudiante, un reto difícil que inició con el trabajo realizado por la familia, el cual  ahora debe enriquecerse con la labor del o la docente, quien recibe cada día en cada estudiante “una pieza única” que necesita ser moldeadas y  facilitarle mecanismos que le permitan comprender de la mejor manera el rol que le compete en la sociedad.
 
Desde ésta perspectiva la labor docente, debe rebasar la enseñanza mecánica de preguntas y respuestas acabadas, debe trascender de las respuestas a las explicaciones. La insaciable curiosidad e interés del estudiante por conocer y comprender la vida sólo puede resolverse mediante la problematización de cada porción de la realidad. Esto demanda del docente un rol protagónico que vaya más allá de repetir la lección, es decir, propiciar la interpretación hacia la misma. Aquí el docente con su intervención puede o no favorecer en el estudiantado la estimulación y el interés por estudiar en la vida, por la vida y para la vida haciendo de la educación un arte y una ciencia que produzca liberación.
 
De la misma forma, la sociedad ejerce una inevitable influencia en la escuela, la familia, y en el ser humano, transmite la cultura, valores, costumbres, evoluciona con el desarrollo mismo de la humanidad. La sociedad se subdivide en grupos a raíz de necesidades e intereses: grupos de jóvenes, mujeres, iglesias, alcohólicos anónimos, sindicatos, etc., en los cuales se transforma la cultura, la forma de vestir, de hablar hasta la forma de pensar. La sociedad determina lo que es bueno o no, condiciona los comportamientos, establece premios y sanciones, se vuelve el árbitro de nuestras acciones, sin restricciones de tiempo y espacio. No existe persona alguna que esté fuera de la sociedad sin recibir su influencia, haciendo que la vida se torne en una fuente continua de aprendizajes. 
 
En conclusión, la educación ya no se puede entender como un espacio de interacción únicamente entre docente y estudiante en un salón de clase, cada uno de los agentes socializadores cumplen o no consciente o inconscientemente la función de educar. El reto para la familia, la escuela, grupos de amigos, medios de comunicación y para la sociedad en general es convertirse en educadores activos y propositivos que contribuyan a suplir esa inagotable necesidad de saber que lleva implícito el ser humano. 
 
Docente e investigador del Departamento de Educación d ela Universidad Luterana Salvadoreña
 
Visto 7319 veces Modificado por última vez en Martes, 23 Junio 2015 14:07