Viernes, 18 Enero 2019 00:00

La Nueva Guerra Fría

 

Armando Briñis Zambrano*

 

Se denomina como Guerra Fría al enfrentamiento político e ideológico que hubo entre los dos bloques de poderes liderados por los Estados Unidos y la Unión Soviética o Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). La Guerra Fría inició al finalizar la Segunda Guerra Mundial para unos en el año 1945 luego del bombardeo estadounidenses contra las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, y concluyó con el fin de la Unión Soviética en 1991, tras la crisis económica de sus estructuras dominadas por la burocracia partidista y la nueva espiral de la carrera de armamentos, que devino en la gran adquisición de nuevo armamento soviético para contrarrestar a los Estados Unidos y la anterior caída del Muro de Berlín en el año 1989 marcando la desaparición del llamado socialismo real.

 

Luego del fin de la 2da Guerra Mundial y el desacuerdo en el reparto de Alemania entre las potencias vencedoras, provocó la escisión del mundo occidental en dos bloques: uno comunista liderado por la URSS, y otro capitalista dominado por Estados Unidos. Ambos bloques mantuvieron una tensa relación que amenazaba con el desencadenamiento de un tercer gran conflicto. Sin embargo, entre los dos países no se originó ninguna guerra o enfrentamiento directo y, una de las causas de mayor peso fue el temor a desencadenar una batalla nuclear de exterminio mutuo, por ello se denomina a este conflicto como Guerra Fría.

 

Consecuencias de la Guerra Fría

 

Durante la Guerra Fría se desataron otros conflictos de gran importancia en la historia contemporánea. Entre estos la construcción del Muro de Berlín, la Guerra de Corea, la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam y la Guerra de Afganistán, como las más importantes.

Uno de los momentos culminantes de la Guerra Fría fue la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953 cuando el ejército norcoreano, apoyado por la URSS y China1, invade Corea del Sur, quienes contaban con el apoyo militar de Estados Unidos, que desembarco tropas e incluso estuvo a punto de provocar un conflicto mundial cuando el general estadounidense Mc Arthur, propuso al entonces presidente Harry Truman un bombardeo nuclear contra China. En el año 1953, el conflicto se firmó el armisticio que se mantiene en la frontera entre los dos Estados coreanos2. Este acuerdo inició una etapa pacífica y de equilibrio atómico.

 

Sin embargo, la mayor crisis de la posguerra se produjo en el año 1962 con motivo de la instalación de silos de misiles soviéticos en la isla de Cuba. País que en 1959 había inaugurado su revolución socialista y era objeto de ataques constantes por parte de los gobiernos estadounidenses, en este caso de Kennedy, que había visto la derrota de una brigada mercenaria de cubanos, entrenados y apoyados por armamento y aviones estadounidenses. Ante la amenaza que estos misiles suponían para Estados Unidos, este país decretó el bloque naval caribeño y poco falto para en desencadenamiento de un conflicto entre las dos potencias nucleares. La crisis se solucionó con la retirada de los barcos soviéticos que el gobierno Jrushchov había enviado al escenario de los acontecimientos y el desmantelamiento de los cohetes y de sus correspondientes rampas de lanzamiento en Cuba, mientras los Estados Unidos hacía lo mismo con sus cohetes en Turquía y a pasar de la protesta del gobierno cubano de Fidel Castro que solo obtuvo la promesa de los Estados Unidos de no agredir militarmente a la isla.

 

En relación a todo lo anterior, el diálogo hacia la llamada “coexistencia pacífica” de los años 70 del pasado siglo entre Estados Unidos y la URSS propició la creación del “teléfono rojo” que comunicaba directamente la Casa Blanca con el Kremlin, y por donde se debatían temas transcendentales que afectaban la paz entre ambos países.

 

En los años 80 el entonces presidente norteamericano Ronald Reagan definió a la Unión Soviética como un imperio del mal y dijo que sería confinada a la pila de las cenizas de la historia. El gobierno estadounidense anunció una importante acumulación de nuevas armas y especialmente misiles de corto y mediano alcance en Europa, en un momento en el que la Unión Soviética se encontraba demasiado débil económicamente.

 

Mientras en 1985, y al otro lado, Mijail Gorbachov se convirtió en el líder de la Unión Soviética, adoptando una actitud conciliadora con los estadounidenses y firmando muchos pactos de reducción de armas. En 1989 se produjo la retirada soviética de Afganistán y un año más tarde se firmó la reunificación de Alemania luego de caída del muro de Berlín, con el mismo Gorbachov como figura importante, que antes había dejado solos a sus aliados comunistas en Europa Oriental. Finalmente, y luego de un fracasado intento de golpe a Estado a Gorbachov por parte de un ala ortodoxa dentro del Partido Comunista de la URSS se produjo el colapso de la Unión Soviética en el año 1991 propiciando el fin de la Guerra Fría.

 

La Pax Americana

 

El declive hegemónico estadounidense fue acelerado con los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Los atentados terroristas del 11-S cambiaron por completo las prioridades del recién iniciado gobierno de George W. Bush (2001-2009) y la guerra contra el terrorismo se convirtió en el tema central de su política interna y externa. Ello quedó plasmado en la Nacional Security Strategy de 2002, cuyos planteamientos repercutieron no solo en la creación del poderoso Departamento de Seguridad Nacional, sino también en la definición de una política exterior caracterizada por la búsqueda del reposicionamiento de su país a través de un fuerte unilateralismo, un mínimo de cooperación y el dominio en los principales asuntos internacionales. Bush y sus “halcones” (Generales estadounidenses) proyectaron a Estados Unidos como el único actor capaz de defender el mercado, conservar la libertad y combatir al “eje del mal”, eslogan que abracó a todos los que se opusieran a la hegemonía estadounidense.

 

Esta dura política neoconservadora de inicios del siglo XXI fue insostenible para el país hegemónico pues abultó los costos económicos, políticos y sociales al punto de disipar todo su liderazgo. El punto de quiebre fue la crisis financiera de 2008 y 2009, crisis que abarcó a todo el sistema capitalista mundial; pero que afectó especialmente a los Estados Unidos.

 

Consciente de estas realidades, durante su candidatura y en sus primeros días como presidente, Donald Trump se ha orientado a dejar de cargar con los costos que implica seguir ejerciendo la hegemonía mundial. Ciertamente Estados Unidos gozará de una dotación de poder muy importante, por lo cual seguirá siendo la principal potencia del orbe. 

 

Sin embargo, Trump estaría renunciado a la voluntad de utilizar dicho poder en fines específicos, retrotrayendo a su país a prioridades nacionales y cediendo liderazgo en la gestión de ciertos asuntos de la agenda internacional a otras potencias.

 

Trump, la redefinición de Estados Unidos y el nuevo orden mundial

 

La redefinición del rol de Estados Unidos con la presidencia de Trump, tendrá un impacto directo en el devenir de otros países: varias potencias mundiales —hasta ahora socios estratégicos de Estados Unidos en el G7, la Unión Europea y la Organización del Tratado del Atlántico Norte— podrían verse seriamente afectadas por la falta de liderazgo y compromiso de la potencia exhegemónica. Este cambio generará vacíos de poder en la estructura internacional que bien podrían ser ocupados por potencias regionales que se hayan mostrado como “emergentes” desde los primeros años del siglo XXI, concretamente China, India y Rusia. Todo ello, llevará a significativos ajustes en los “clubes” de potencias, sobre todo entre el G7, el Foro BRICS y el G20.

 

Sin duda, Trump no pretende cerrar a Estados Unidos del mundo ni apartarlo de la globalización, pero muy posiblemente veamos en su gobierno ejecutar una suerte de “espléndido aislacionismo” estadounidense, es decir, la conducción de su país como una potencia mundial exhegemónica que actuará con mucha mayor prudencia y cautela. Todo esto no debe ser motivo de preocupación, sino simplemente de reconocimiento de que el rol de Estados Unidos en el siglo XXI será uno muy distinto al que despeñó en el anterior.

 

Escenario actualizado de la llamada Nueva Guerra Fría

 

El viejo dilema de a quién llamar si quiere hablar con "Europa" ahora se aplica a "Occidente" en su conjunto, con unas líderes debilitadas en el Reino Unido y Alemania, la humillación del presidente Emmanuel Macron por la revuelta de los Chalecos Amarillos en Francia en protesta al intento de subida de los impuestos y la profunda división de Estados Unidos sobre su papel en el mundo, de repente se ha agudizado el vacío de liderazgo en las llamadas democracias liberales del mundo.

 

Luce que no hay liderazgo de Europa o de Estados Unidos en lo que se podría llamar el occidente, y esto da margen de maniobra al presidente ruso, Vladimir Putin, o al presidente de China, Xi Jinping, planteando la cuestión de si este "Occidente" sigue siendo una entidad significativa o con capacidad de liderazgo.

 

La respuesta al choque del mes de noviembre de 2018 en el Mar de Azov, donde la marina rusa disparó y se hicieron con tres buques navales ucranianos que iban rumbo a puertos ucranianos, pasando por mares que reclama Rusia como suyos luego de la anexión de la península de Crimea, mostró el posible impacto del actual vacío de liderazgo. Occidente se mantuvo paralizado ante la posibilidad de un ataque mayor contra Ucrania y ningún barco aliado (europeo) navegó hacia el mar en patrullas de libertad de navegación, como lo hicieron para desafiar los reclamos de China sobre las aguas territoriales en el Mar de China Meridional. Tampoco se anunciaron nuevas sanciones a Rusia. La respuesta estadounidense al choque del 25 de noviembre provino del presidente Donald Trump, que canceló una reunión planificada con Putin durante la cumbre del Grupo de los 20 en Argentina.

 

Macron, que se denomina autodefensor del orden liberal occidental, estaba luchando en ese momento por su supervivencia política contra manifestantes nacionales sobre el impuesto al combustible. En Gran Bretaña, la primera ministra, Theresa May, luchaba por vender un acuerdo para cumplir el resultado de la votación del Reino Unido de 2016 a favor de abandonar la UE. Por su parte, la canciller alemana, Angela Merkel, estaba ocupada entregando el control de su partido gobernante de la Unión Demócrata Cristiana a un sucesor.

 

Parece que describimos un proceso que comenzó antes de la elección de Trump en Estados Unidos y que reveló transiciones dolorosas en todo el llamado mundo occidental. Los resultados incluyen las discrepancias entre Estados Unidos y Europa sobre cómo tratar a Irán, entre los Estados del Golfo Pérsico sobre cómo responder al islam político y entre Turquía y sus aliados occidentales tradicionales sobre el tema kurdo y otros asuntos. En este momento Turquía y Rusia, junto a Irán, se yerguen como los principales interlocutores en el conflicto sirio y a pesar de sus diferencia han mantenido una alianza que contrarresta la otrora hegemonía estadounidense en el área medio oriental.

 

El alejamiento de un orden mundial que durante los siglos XIX y XX fue definido por el occidente europeo y los Estados Unidos está resultando caótico y las llamadas “potencias emergentes”, Rusia y China, combinando el poderío militar de una y el poderío económico de la otra parecen enfocar un nuevo orden mundial, más multilateral; pero no menos agresivo en las relaciones internacionales posmodernas.

 

*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña.

 

1 En 1948 se había producido la Revolución China

2 Un armisticio presupone una tregua en el enfrentamiento armado, no la paz entre ambos Estados, situación que se mantiene hasta nuestros días.

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