Jueves, 03 Enero 2019 00:00

El país que se va... El proceso de somalización que premonizó el SJ Xabier Gorostiaga

 

Deysi Cheyne*

Coordinadora de la Unidad de Género

Docente e investigadora de la Universidad Luterana Salvadoreña.


 

En enero de 1996, el sacerdote jesuita, Xabier Gorostiaga1, escribió un ensayo, en la Revista Envío de Nicaragua, bajo el título: “Entre Somalia y Taiwán ¿Hay otra alternativa?”. Y la pregunta central de su análisis decía: “¿Cómo será Centroamérica en el año 2015? ¿Una mezcla ingobernable de enclaves taiwanizados y regiones somalizadas? ¿O un puente estable entre el Norte y el Sur, entre el Pacífico y el Atlántico?

La principal tesis de su ensayo señalaba que, luego de la finalización de los conflictos armados en la región, Centroamérica vive “una época de incertidumbres e inseguridades, padece de anomia social y ha quedado marginada de la agenda política y económica del mundo globalizado, aunque se mantienen intactas las causas que provocaron la mayor crisis que ha conocido la historia de estos pequeños países”.

Según él, “Centroamérica ha sido y es actualmente una región abierta, puente natural entre el Norte y el Sur del continente, entre la mayor potencia militar y política del planeta y la América Latina. También es puente entre el Pacífico y el Atlántico, entre la nueva Europa y el bloque asiático. Es una región sometida, intensa y directamente, a todos los cambios de la globalización, sin haber superado aún su propia crisis y sin haber conformado aún, una entidad propia y suficientemente estable”.

El proceso de negociación que dio fin a los conflictos armados, no resolvió las causas que los habían generado y esto produjo una dinámica de cambios políticos y económicos, que abrió la puerta a la instalación del modelo capitalista neo liberal; que de manera brutal empobreció a las mayorías y debilitó a los Estados recientemente reformados. “Con la democracia, llegaron a Centroamérica los planes de estabilización y ajuste - requisitos para acceder al financiamiento externo- pero no llegó, ni la justicia social, ni la participación política, ni el desarrollo”; señala Gorostiaga.

En este sentido, ¿cuál fue la sabia premonición del jesuita?

Después de 20 años, es decir, a la altura del año 2015, Gorostiaga vislumbró dos escenarios expresados en una frase: Centroamérica sería una “sociedad de dos ciudadanías”, “un caos de baja intensidad”.

“Por un lado, amplios sectores y zonas con una creciente tendencia a la africanización y a la desintegración social, grandes mayorías -mujeres, niños y jóvenes, los más golpeados- en el desempleo y en la pobreza, con niveles de salud y de educación insuficientes para convertirse en actores de su propio desarrollo. No es previsible que este empobrecimiento pueda desembocar en procesos revolucionarios armados, sino que evolucione hacia una creciente descomposición del tejido social, una especie de somalización en los territorios indígenas y en las zonas campesinas, y un incremento de la inseguridad ciudadana urbana, con niveles de violencia que evocarían la situación de guerra de los años 70 y 80.

Por otro lado, otra sociedad con otra velocidad para una pequeña élite, formada básicamente; por las redes familiares oligárquicas extendidas por la región - inferiores al 2% de la población - y por un sector de la clase media incorporada al servicio de esta élite y del sector más dinámico de la economía transnacionalizada.

En conjunto, un 20% de la población puede alcanzar un nivel importante de modernización y de inserción internacional, logrando una especie de taiwanización en enclaves modernizantes en la industria, el comercio, las finanzas y los sectores no tradicionales agrícolas. Este sector taiwanizado se incorporará a alguna de las variantes que se consolide en el Tratado de Libre Comercio.

Una integración centroamericana "formal" y basada en estos sectores modernizantes, liderados por los vástagos de las familias oligárquicas, buscará la "legitimación democrática" de este modelo de dos velocidades, hegemonizando los aparatos jurídicos, legales, políticos y militares y controlando el Ejecutivo.

Por fuera de estos enclaves taiwanizados, sectores de las clases medias urbanas y rurales tendrán ante sí, la disyuntiva de luchar por incorporarse a este sector modernizante para no quedar excluidos en el área africanizada, sometidos a un empobrecimiento creciente o de emigrar en masa”.

Esta premonición última es la que a mi juicio, estamos viviendo en estos momentos, a partir del éxodo iniciado por casi 3 mil personas en 4 caravanas que se sumaron a las originadas desde Honduras.

La palabra “somalizaciòn” se usa para nombrar a aquellos procesos de descomposición del Estado, destrucción violenta de su orden jurídico, abolición de la autoridad pública y masiva vulneración de los derechos humanos, a causa del enfrentamiento armado entre grupos rivales (Borja, 2018), en alusión a los acontecimientos ocurridos en Somalia y otros países africanos en la década de los 902. En el caso de El Salvador, podemos observar este fenómeno a partir del control pandilleril de decenas de territorios en todo el país.

Vale la pena leer todo el ensayo del padre jesuita3 porque en medio de estos augurios tan angustiosos, también visualizó una salida alternativa, que desafortunadamente, no fue el camino que nuestros pueblos han seguido.

Comentando con un querido amigo esta profecía en desarrollo, con mucha tristeza me decía: “es el país que se va”. Según las autoridades de migración, en las 3 caravanas últimas han huido un total de 2518 personas, de éstas, 96% son personas adultas y 4% niños/as. Del total de personas adultas, 24% son mujeres y 76% son hombres. En la cuarta caravana se integraron cerca de 200 personas más. En los diferentes reportajes que se han conocido sobre la travesía de estos migrantes, se está hablando de violaciones específicas sufridas por las mujeres, es decir, una violencia migratoria con rostro de mujer.

El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, de acuerdo con los preceptos de la Carta de fundación de la organización mundial, y a partir de estos fenómenos migratorios, decretó un nuevo derecho que está en proceso de formación. “Es el derecho a la injerencia humanitaria. Se trata de la protección a las víctimas inocentes de un conflicto armado en el interior de un país. Ha nacido como respuesta a la demanda de defensa de los derechos humanos en todos los territorios, en los casos de agudos procesos de descomposición estatal y destrucción de las garantías civiles y políticas en un país”. Este nuevo derecho sólo puede ser ejercido, en nombre de la comunidad internacional, por el mismo Consejo de Seguridad. Borja, 2018).

A estas alturas, el modelo neo liberal impuesto en nuestra región mostró su fracaso y no ha podido demostrar que aquel fenómeno del rebalse de riqueza que llegaría a los pobres se cumpla. Los pueblos tendrán que buscar sus propias alternativas, distanciándose de las recetas neo liberales de los bancos y tomando el destino con sus propias manos.

1 Xabier Gorostiaga, Ex-rector de la UCA de Nicaragua. Fallecido en 2003.

2 Borja, Rodrigo (2018). Recuperado de: ttp://www.enciclopediadelapolitica.org/somalizacion/

3 Puede ubicarse en: http://www.envio.org.ni/articulo/194

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