Armando Briñis Zambrano*

Hace 70 años, el 9 de mayo de 1945, la Alemania nazi firmó la rendición incondicional. El Mariscal de Campo Keitel rubricó con su firma la derrota del nacifascismo ante el Mariscal Zhukov, comandante del Primer Frente Ucraniano. Las tropas alemanas cercadas en Berlín, más de 1 millón de hombres, se rindieron ante el victorioso ejército soviético. Días antes, finales del mes de abril, combatientes del ejército rojo y del ejército estadounidense se había encontrado en el río Elba a cientos de kilómetros de la capital alemana cercada y a punto de caer.

Atrás quedaron las brillantes victorias del ejército rojo, conformado por rusos, bielorrusos, ucranianos, kazajos y de todas las entonces repúblicas soviéticas, en las batallas de Moscú, Stalingrado, el Arco de Kurs, Kiev. Minks, Varsovia, la liberación de Europa Oriental y de los Balcanes, culminando en Viena y Berlín. Estas batallas decisivas rompieron el espinazo del que un día se autoproclamara “invencible” ejército alemán y liberaron del yugo fascista, de la esclavitud y del holocausto del Tercer Imperio Alemán a los pueblos de Europa y del mundo

Setenta años después, aunque no por primera vez, si nos atenemos a la inmensa bibliografía referida al tema de ¿quien gano la Segunda Guerra Mundial? supuestos historiadores, politólogos e incluso otros que se hacen llamar políticos, intentan reescribir la historia y restar importancia a la grandiosa epopeya de los pueblos de la desaparecida Unión Soviética y porque no, del pueblo ruso que cargo con un por ciento inigualable de sacrificios, recursos y muertos, no comparable al de las otras naciones del mundo participantes en la contienda.

Intentar negar que en el Frente Oriental (Unión Soviética – Alemania) el ejército alemán perdió más de 7 millones de soldados y que en el Frente Occidental (Aliados anglo estadounidenses – Alemania) menos de un millón de soldados, es borrar hechos incuestionables de un solo plumaso, como si no existiera memoria histórica, documentos y bibliografía. Es igual que comparar la victoria de las armas soviéticas en Stalingrado, con la victoria inglesa en El Alamein. En Stalingrado más de un millón de soldados alemanes entre muertos, heridos y prisioneros entre los que se contó el Mariscal Von Paulus comandante del 6to Ejército alemán, por alrededor de 100 mil soldados alemanes muertos heridos o prisioneros en El Alamein.

La larga lista de las victorias soviéticas y su análisis cuantitativo y cualitativo arrojan en todos los órdenes, las inconsistencias de los que apoyados por los oligopolios mediáticos y las llamadas redes sociales, tergiversan los hechos y décadas después apelan al olvido de las nuevas generaciones para vender y hacer creer que Estados Unidos y Gran Bretaña, especialmente el primero, cargaron con el peso fundamental de la guerra y fueron los verdaderos vencedores de la Alemania Hitleriana y no podemos ignorar que el desembarco aliado en Normandía se produjo en junio de 1944, cuando ya el Ejército Rojo había entrado en Polonia acompañado como hermanos con el Primero y el Segundo Ejércitos Polacos y meses después lanzara una nueva ofensiva para salvar a los aliados de la derrota, ante la embestida del ejército alemán en las Ardenas.

Rusia como legítima heredera de la Unión Soviética y de las victorias inigualables del Ejército Rojo, celebra con toda razón tan importante acontecimiento, con ella celebran los pueblos del mundo que quieren la paz, que quieren que no se repita semejante baño de sangre y el holocausto que significó la Segunda Guerra Mundial.

Quizás los enemigos de Rusia y aquellos que enarbolan la histeria antirusa cargada de xenofobia, ultranacionalismo y revanchismo, deban recordar que el pueblo ruso jamás ha sido doblegado y que hoy intentar hacerlo conduce al exterminio mutuo, al exterminio de la humanidad y del planeta en que vivimos.

*Investigador y Catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña