Miércoles, 29 Abril 2015 00:00

Un debate pertinente y necesario

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Deysi Cheyne*
 
Se dice que algo es pertinente cuando es capaz de dar respuestas a necesidades reales y concretas de los sujetos involucrados, tomando en cuenta los recursos disponibles para lograr las metas propuestas. Pertinente es sinónimo de oportuno, conveniente, correspondiente, acertado, adecuado, apropiado y congruente.
 
Hago esta introducción para compartir algunas ideas sobre un evento reciente al que fui invitada como comentarista. Se trata de un seminario organizado por el Instituto Centroamericano de Investigaciones para el Desarrollo y el Cambio Social (INCIDE),  presidido por el Dr. Alex Segovia, bajo el título de “Las izquierdas de Centroamérica en el siglo XXI: Perspectivas y retos”. Dicho seminario durará un año, durante el cual serán abordados mensualmente, diversos temas que serán puestos a debate por un grupo de participantes interesados en el debate político. En esta ocasión el tema abordado fue: “El significado del concepto de izquierda y su relación con el cambio social y la democracia”. Para responder a esta pregunta, se desarrollaron varios planteamientos que me llevaron a concluir que el debate propuesto es necesario y es pertinente. La reflexión debe hacerse desde la  propia identidad, tanto de clase como de género.
 
“Me asumo como una feminista de izquierda y desde esa identidad es que voy abordar esta cuestión. Qué significa ser de izquierda en este tiempo y lugar, con una historia de 60 años de dictadura militar, una guerra que duró 20 años y ahora viviendo en un proceso de transición democrática que obvió la post guerra, decretó la paz y la reconciliación sin crear las condiciones materiales ni subjetivas que las hicieran parte de la vida cotidiana real. ¿Qué significa ser feminista de izquierda en una sociedad machista, misógina, violenta y con altos niveles de impunidad e injusticia social? Creo que no resulta difícil asumirse de izquierda, viviendo en un país tan desigual e inequitativo.
 
La pregunta es qué significa ser de izquierda respecto a las transformaciones sociales por las que hemos luchado durante tantos años de nuestra vida y respecto a la democracia que se ha ido construyendo en estos 23 años de post guerra.
 
En primer lugar, lo de izquierda o de derecha, que tiene que ver con conceptos de la Revolución Francesa, ahora está asociado a la inconformidad, al malestar psicológico y a la conciencia de que se tiene que hacer algo y se tiene que luchar contra los responsables de eso que no me gusta y me incomoda.
 
Si se identifica como responsables de esa inconformidad al sistema capitalista y al sistema patriarcal, entonces, ser de izquierda me determina mi acción política anticapitalista y anti-patriarcal:La gente de izquierda trabaja para la transformación profunda de esa sociedad capitalista y patriarcal. No se conforma con reformar leyes que nadie aplica ni implementa, una vez que han sido aprobadas.En esa transformación, es el pueblo el sujeto principal de las transformaciones. Es decir, para la izquierda, las transformaciones vienen de abajo y van hacia adentro de la sociedad, buscando cambiar la vida haciéndola más digna para la gente marginada.Esas transformaciones responden a un conjunto de ideas permanentes y dinámicas que constituyen una especie de proyecto político.
 
En este camino, la izquierda asegura que el poder esté en manos de la gente, como la fuerza motriz. Y que la gente sea la protagonista decisiva. Es decir, que la gente aprenda a hacer política y a participar en su política.Entonces, cuáles son las fuerzas motrices de las transformaciones ahora. Hace 30 años, todavía hablábamos de los obreros y campesinos como las fuerzas motrices de la revolución. Si hoy no tenemos muchos obreros ni campesinos porque se han ido, ya no quieren trabajar la tierra porque dependen de las remesas, las fábricas cerraron y lo que tenemos son maquilas que prohíben la organización sindical, etc.La pregunta muy relevante a hacerse ahora es, precisamente, cuáles son esas fuerzas movilizadoras de las transformaciones sociales y del tipo de democracia que queremos construir.
 
Asumirse de izquierda feminista te obliga a tomar bando frente a las mujeres y hombres más pobres. O, mejor dicho, frente a las y los más empobrecidos. Y, desde esta perspectiva de clase, me asumo luchadora anticapitalista, crítica del neoliberalismo como expresión actual del capitalismo, y desde una perspectiva de género, en contra del sistema patriarcal retroalimentado por el capitalismo neoliberal.No creo en las declaraciones que proclaman el fin de las ideologías y la superación del maniqueísmo izquierda-derecha, considerado inadecuado para este mundo globalizado. Ser de izquierda te obliga a estudiar a fondo las desigualdades, las discriminaciones, la falta de oportunidades, la opresión y la explotación que, de manera diferenciada, sufren los hombres y las mujeres. Hacer política de izquierda significa no solo entender la violencia, la  opresión y la discriminación por género y clase sino, sobre todo, denunciarla, condenarla, evitar naturalizarlas, y movilizarme para rechazarlas y combatirlas. La desigualdad en la distribución de la riqueza no me es indiferente, y por eso lucho al lado de las personas más marginadas en la sociedad, tratando de que sean sujetos del desarrollo, protagonistas de sus propios cambios y no simples objetos de manipulación. 
 
Ser de izquierda pasa por construirme como persona autónoma, en búsqueda de mayores niveles de libertad personal, política y económica, y por lo tanto, alerta ante cualquier peligro de manipulación personal o colectiva.Ser de izquierda significa ante todo buscar siempre la coherencia entre el pensar, el decir y el hacer. Y aquí es donde cualquier discurso de izquierda queda desnudo cuando lo que se dice no corresponde con lo que se hace porque muchas veces es lo que realmente se piensa. Cuantos militantes de izquierda son puestos a prueba en los momentos en que ocupan cargos públicos y su comportamiento comienza a parecerse mucho a los funcionarios de derecha que un día criticaron. Tengo la impresión que no muchos pasan esta prueba y caen en una trampa que no tiene escapatoria. 
 
La izquierda como fuerza social transformadora y revolucionaria debe defender el medio ambiente, respetar la diversidad, tener espíritu internacionalista y sobre todo practicar la solidaridad humana frente a los más desposeídos. Tener sentido de dignidad como persona, es decir, respeto por sí mismo y por los demás, y ser coherente con los valores más humanos. Ante todo, una persona de izquierda mantiene viva la indignación contra lo más oprobioso del sistema capitalista y patriarcal. Y como diría Norberto Bobbio: “la derecha considera la desigualdad social tan natural como la diferencia entre el día y la noche. La izquierda la enfrenta como una aberración que debe ser erradicada”. Esto implica recobrar el sueño por un mundo diferente al capitalismo y plantearnos un modelo de sociedad donde la explotación y la opresión desaparezcan. Si eso se llama socialismo, pues no debería avergonzarnos hablar de ello, ya que lo que sí sabemos es que el capitalismo ya no se puede transformar y volverse más humano, y estamos obligados a reconstruir un nuevo proyecto que nos guie en la transformación.
 
Sin duda, un debate como éste puede llenar un gran vacío y responder a la necesidad de reflexionar sobre nuestra realidad, en estos momentos complejos que vivimos. Esperemos que el debate y la reflexión nos posibiliten otros entendimientos para plantearnos una agenda común para la acción política. Este, seguro, será el gran desafío para sus promotores y para todos y todas las que estemos dispuestas a participar en este espacio.
 
*Responsable del Programa de Género de la Universidad Luterana Salvadoreña
 
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