Carolina Serrano*  e Ivonn Jiménez**

El rol de la mujer a través de los tiempos ha sido fundamental para la sociedad, no se puede negar su presencia y su importancia en todos los aspectos que conciernen a la vida en sociedad.  A pesar de todo ello, su papel que es protagónico, sigue siendo invisibilizado.

En pleno siglo XXI , y , a pesar del avance en materia jurídica y de la promulgación de una diversidad de derechos, muchos de ellos tendientes a reconocer la igualdad y la justicia, así como derechos específicos de las mujeres, su papel no alcanza niveles de protagonismo cuando se trata de compararlos con lo que hacen los hombres, aunque la realidad diga que las mujeres tienen un papel fundamental.

Para contextualizar un poco esa realidad veamos algunos aspectos: un primer ejemplo es el Trabajo Doméstico No Remunerado (TDNR), el cual descansa mayoritariamente en la mujer. En las estadísticas estatales éstas no se ven reflejadas, simplemente por no generar remuneración.  Pero su protagonismo es determinante, tanto así que según datos del ISDEMU [1, p. 31] el aporte al PIB de este tipo de trabajo si se contabilizara sería del 32%, lo cual duplicaría el valor de las remesas, que en el año 2013 alcanzaron el 16%.[2]

Mientras tanto, el Trabajo Doméstico Remunerado recibe una retribución extremadamente baja que corresponde a un salario de $ 140.83 mensual, [3, p. 16] el salario mas bajo respecto a los demás sectores de la economía. Por lo cual hay una doble insensibilización del trabajo doméstico que en su gran mayoría lo realiza la mujer. Incluso es necesario apuntar que, uno de los factores de migración de las mujeres hacia Estados Unidos está relacionado con el mejor pago que recibe este tipo de trabajo en el país del norte. Las cuentas nacionales tampoco registran el aporte de la migración femenina en la economía salvadoreña.

Por lo anterior, ya tendríamos al menos tres aspectos donde el papel de la mujer, que es muy importante para la economía salvadoreña como se ha logrado ver, no aparece reflejado en las cuentas nacionales, y aunque la participación de las mujeres como fuerza de trabajo ha aumentado, todo apunta a que se han acentuado las desigualdades fundadas en el género en cuanto a la remuneración y a la retribución social, tal como lo señalan las cifras anteriores.

Para nadie debería ser tema de discusión la importancia que tiene lo que ahora se llama la economía del cuidado para toda sociedad [4], no solo desde el punto de vista económico, sino principalmente social. Son las mujeres quienes en general se encargan no solo de cuidar a los niños y niñas, sino también a los adultos mayores, éstos últimos en menor cuantía. Reivindicar una economía del cuidado, es determinante en aras de superar los graves problemas de  desigualdad generalizados en El Salvador, a nuestro juicio uno de los orígenes de los graves problemas de violencia que padece el país.

Pero no solo en la economía del cuidado la mujer tiene protagonismo, también se hace patente en la producción de alimentos. Las mujeres rurales cargan con la loza más grande de la iniquidad y de la consiguiente desigualdad, estas se enfrentan al problema tan grave de la tenencia de la tierra, que no solo afecta a ellas, sino también a los hombres, en un país donde la posesión de las tierras sigue siendo un grave problema.

Oxfam señala que las mujeres tienen menos  facilidades para el acceso a tierras. Según esa institución a pesar de que en Latinoamérica el 30% de las mujeres tienen acceso a tierras como propietarias o en arrendamiento, en El Salvador esta cifra alcanza nada más el 15%[5]. Es necesario destacar que la tenencia de tierra sigue siendo un grave problema en El Salvador, uno de los orígenes del ya pasado conflicto armado. Si los hombres tienen problemas de acceso, las mujeres se ven doblemente afectadas.

Resolver el problema de las tierras para las mujeres repercute en el tema de las soberanía y seguridad alimentaria, no solo porque la mujeres productoras alcanzan el 16,6% según datos del último Censo Agropecuario[6], sino porque la mujer tiene un papel fundamental en las actividades para que los hombres que se dedican a producir, también puedan ejercerlo.

La mujer es la que se encarga de la economía del cuidado en el ámbito rural, con más sacrificios incluso que en las zonas urbanas y con casi nula remuneración, pero además es la que provee de alimentación a los jornaleros y campesinos. Esto desde el punto de vista económico es sin duda significativo, sin embargo de nuevo aparece invisible ante la sociedad.

Por último, revisemos un poco el panorama de las mujeres con trabajo remunerado respecto a la remuneración de los hombres. A pesar de que las mujeres son mayoría en El Salvador, según datos de la Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples del 2013, representan el 52,6%, sin embargo, la Población Económicamente Activa (PEA) está conformada por un 58% hombres y las mujeres nada mas el 42%[7, p. 6]. Por lo que es obvio que las mujeres tienen menores posibilidades de empleo y posibilidades de contribuir a generar ingresos en el seno familiar.

Desde el lado de los ingresos, las mujeres reciben como promedio una remuneración salarial menor que la de los hombres, según la misma EHPM 2013. La mujer obtiene un salario promedio de  $ 318.47, mientras que los hombres de $ 347.62, con una diferencia cercana a los $ 30.00 [7, p. 15].

Las cifras son claras en mostrar las desigualdades que padecen las mujeres desde el punto de vista económico, pero además es necesario resaltar que las cuentas nacionales también están empecinadas en ocultar el papel protagónico de la mujer en la sociedad salvadoreña.

Analizar los problemas de las mujeres no parte de visiones estereotipadas de querer poner a las mujeres por encima del hombre, como propagandísticamente se quiere hacer ver. El resarcir estas desigualdades es determinante para que El Salvador pueda superar la vorágine de problemas sociales que padece y que en la actualidad se expresan en una guerra social que abate la sociedad.

El papel del Estado debe ser el de poner atención no solo a las desigualdades fundamentadas en el género, sino también  trabajar por superar las marginaciones a sectores sumamente vulnerables de la sociedad, como la juventud, la niñez, los adultos mayores, así como a las mujeres. El Estado salvadoreño ha sido incapaz de dar seguridad a la sociedad y no se habla aquí de la seguridad pública, sino de la seguridad jurídica, política, social, económica, ambiental.

Un Estado que es incapaz de asegurar la vida a plenitud de sus ciudadanos, es un Estado ineficiente, que debe ser sustituido. Es urgente que abandonemos la esperanza en este Estado obsoleto y que comencemos a pensar en un nuevo Estado. Un Estado capaz de asegurar la vida en toda su magnitud y donde el principio y el fin de su política sea la equidad y la justicia.


* Coordinadora de la Carrera de Administración de Empresas de la Universidad Luterana Salvadoreña.
** Licenciada en Administración de Empresas de la Universidad Luterana Salvadoreña.

Referencias:

[1]   ISDEMU, «Política Nacional de las Mujeres». [En línea]. Disponible en: http://www.aecid.org.sv/wp-content/uploads/2014/02/politica-nacional-de-las-mujeres-actualizada-medidas-al-2014.pdf?acc6f0. [Accedido: 08-mar-2015].
[2]«Aporte de remesas amortiguará el impacto deuda». [En línea]. Disponible en: http://www.laprensagrafica.com/2014/06/26/aporte-de-remesas-amortiguara-el-impacto-deuda. [Accedido: 09-mar-2015].
[3]    Cfr. DIGESTYC, «Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples 2013». .
[4]    Cfr. Esquivel Valeria, «La economía del cuidado en América Latina». .
[5] «85 % de mujeres en área rural sin acceso a tierras». [En línea]. Disponible en: http://www.laprensagrafica.com/2014/12/15/85-de-mujeres-en-area-rural-sin-acceso-a-tierras. [Accedido: 18-mar-2015].
[6]    Cfr. «Campesinas salvadoreñas cumplen rol clave en producción agrícola.», Periódico Equilibrium. .
[7]    Cfr. DIGESTYC, «Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples 2013».