Martes, 24 Marzo 2015 00:00

26 de marzo: miedo y desorganización

imagen: presidencia.gob.sv imagen: presidencia.gob.sv
 
Rubén Fúnez*
 
 
El gobierno salvadoreño ha convocado a una marcha por la paz este 26 de marzo. El contexto en el cual hace dicha convocatoria está permeado por la celebración del 35 aniversario del asesinato de Mons. Romero. Celebración que rezumará optimismo, esperanza, gozo y alegría por la inminente canonización de San Romero de América. Este contexto está también permeado por la “madurez” demostrada por la población votante, ante la lentitud de la que ha dado muestra el Tribunal Supremo Electoral de presentar los resultados definitivos de las votaciones del pasado primero de marzo. 
 
Posibles escenarios de la marcha: a) que la población se vuelque a las calles exigiendo paz y tranquilidad, b) que la población aproveche el asueto para encargarse de sus “jardines personales”, c) que la población en lugar de marchar contra la violencia, marche más bien contra un gobierno, que al menos para un sector representativo de la población, nunca ha representado los intereses populares. 
 
De este modo tenemos planteado el problema. En primer lugar, es necesario reflexionar acerca de las motivaciones que tiene el gobierno para convocar a una marcha de esta envergadura. En segundo lugar, es necesario que sopesemos todos los escenarios posibles y, finalmente,  en tercer lugar, debemos considerar cuál creemos que pueda ser el escenario más verosímil que se dé. 
Lo primero que tenemos que decir es que no es arbitrario que se haya elegido el 26 de marzo para celebrar dicha marcha. Dos días antes se van a celebrar el 35 aniversario del asesinato de Mons. Romero. Sólo que este aniversario va a ser muy especial, porque se hará en el contexto del anuncio por parte del Vaticano de su canonización y el pueblo bajo, municipal y espeso, como lo describe el poeta nicaragüense, estará a reventar de regocijo; este pueblo que es el que más directamente sufre la violencia, es el mismo que celebrará el aniversario de Monseñor. 
 
Por lo tanto, el gobierno está presuponiendo que el entusiasmo va a prolongarse hasta el jueves y saldrá a las calles a protestar enérgicamente contra la violencia. Además hay que agregar que los altos dignatarios de este gobierno también comparten la “dicha y la felicidad” que embarga al pueblo pobre de El Salvador ante este histórico hecho. Desde esta perspectiva, parece que todos tienen algo muy bueno qué celebrar. A todo esto hay que añadir la suposición de la que el gobierno parte: tiene muy fresca en la memoria la multitudinaria manifestación que se llevó a cabo en Francia, cuando el pueblo francés salió a las calles a protestar ante el cruel asesinato de sus caricaturistas, indicando con ello que no tenían miedo a la violencia terrorista. Sin embargo, aquí hay dos cosas que hay que decir, por un lado y como muy bien lo observa Dagoberto Gutiérrez, el gobierno no acaba de entender la guerra social que se ha desatado en nuestro país. Parafraseando a Kant, tienen la intuición, pero carecen del concepto, por eso dan muestras de una terrible ceguera frente al hecho de la violencia. Pero en segundo lugar, tampoco entienden el suceso francés. Los franceses salieron a decir: no tenemos miedo y efectivamente no tienen miedo. Pero  nuestro pueblo sí  tiene miedo. 
 
Valoremos los posibles escenarios. Si el pueblo saliera masivamente a marchar se legitimaría el actual gobierno: legitimación de la que están necesitados no sólo por lo ocurrido en las últimas elecciones, sino por la sensación, antes dicha, por parte de la población de sentirse, como lo gritan los desmovilizados, traicionados. Por lo tanto, si la población se quedara en sus casas atendiendo sus “asuntos” representaría un rotundo golpe a la legitimidad del actual gobierno. Este golpe aumentaría en intensidad si en lugar de quedarse en casa, salieran a protestar contra el mismo gobierno al no haberle sido satisfecha sus necesidades más sentidas. 
 
¿Cuál creemos que va a ser el posible escenario? Qué el pueblo opte por quedarse en su casa. Este pueblo a diferencia del pueblo francés si tiene miedo. Y tiene miedo porque se le ha enseñado a tener miedo, y esta enseñanza no proviene única y exclusivamente de los grupos delincuenciales, sino que proviene de  aquellos que tradicionalmente han detentado el poder. Al no darse un tratamiento adecuado a la postguerra, no se pudo liberar al pueblo del miedo que generaba la guerra. Pero se va a quedar en su casa, porque para que salga a manifestarse, no sólo es necesario que no tenga miedo, sino que tenga un mínimo de organización. Pretender que el jueves se manifieste es esperar peras del olmo, a este pueblo se le ha privado hasta de su organización, entonces no vemos cómo puede salir a protestar. No hay un detonador, como lo exige Dada Hirezi, justamente porque tiene miedo, está desorganizado y peor aún está desmotivado. 
 
De toda maneras esperemos a ver qué ocurre este 26 de marzo.
 
*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña
 
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