Lunes, 16 Marzo 2015 00:00

La Cultura de la violencia y su sustento

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Mauricio Manzano*

Un estudio realizado por la fundación Guillermo Manuel Ungo, señala que en cuatro años, del 2009 al 2012, el número de homicidios a nivel nacional fue de 15,322, siendo la media más alta por cada 100, 000 habitantes de 71.2% en el año 2009 y la más baja de 41.2% en el 2012; y un promedio diario que fluctúa entre los 11.7, el más alto en el año 2009, y 5.4 el más bajo en el 2012 (FUNDAUNGO, 2013)

Por su parte la Universidad Centroamericana UCA, afirma que en los últimos 23 años se han asesinado 73 mil personas. Respecto al número de desaparecidos no se tienen registros pero del año 2009 al 2013 fueron reportados 4,786 casos de desaparecidos. Acerca de a la tasas de homicidios de mujeres pasaron de 7.4 a 17.4 muertes por cada 100 mil habitantes, constituyendo una de las más altas a nivel mundial (Iudop-UCA, 2014). Según las autoridades de la PNC el índice de homicidios fluctúa entre 10 a 14 diarios, sólo en el mes de febrero del presente año se reportaron 312 homicidios según medicina legal.

Estos datos espeluznantes y permanentes han inducido afirmar que la violencia en nuestro país es cultural y hasta natural, por tanto, debemos acostumbrarnos a vivir con ella. Sin embargo es razonable preguntarse ¿realmente la violencia en nuestro país es natural o cultural?

El ser humano por naturaleza esta inclinado a la violencia y dispuesto a la no violencia (Muller, 2001) A nivel individual, la educación es un oficio de cultivo que ayuda al sujeto a plantar el tipo de árboles que poblarán su vida interior. Si se deja la vida en estado inicial sin instrucción alguna las malas hierbas de la violencia pueden invadirlo. En nuestro país tan violento la educación no tiene un enfoque “para la paz”. Es necesario preguntarse qué perfil de ciudadano queremos formar con la educación, bajo esta pregunta hay que revisar a profundidad el sistema y la política educativa.

Pero también la violencia puede ser fruto de la cultura. Esto se da cuanto a la sociedad que se pertenece está dominada por el irrespeto a los valores más elementales de la vida, la impunidad, el desprecio por la dignidad del otro, la indiferencia. En este contexto es probable que los habitantes cultiven los vicios que le benefician, aún en detrimento de la justicia. Porque cuando las hierbas de la violencia y corrupción invaden una sociedad, los habitantes están más expuestos a reproducir conductas afines. Y en este país vivimos en una constante violencia: electoral, política, judicial, familiar etc. Por lo  tanto, en nuestro país la violencia puede tener una inclinación natural, pero también cultural. Pero nace la pregunta ¿Qué sustenta esta violencia?  

Lo que sustenta la violencia no es la misma violencia sino su justificación. Nuestra sociedad maneja un doble discurso, por una parte condena la violencia con una retórica filtrada, pero al mismo tiempo la fomenta y la justifica. Con Frecuencia aparecen personas que ocupan cargos de dirección en el aparato estatal sugiriendo que frente a la violencia se es cobarde o se responde con violencia. Los salvadoreños vivimos en una cultura social que envía continuamente mensajes ideológicos justificando la violencia de diferentes formas, por legítima defensa o de facto.

La legítima defensa justifica la violencia. Por eso el código penal afirma que no se comete delito cuando se actúa en legítima defensa (Art., 27, nº 2). Se puede percibir que la ley lo que hace es traducir la ideología dominante; en este principio coercitivo, más que garantizar la justicia, justifica la violencia, porque ésta viola la moral pero la ley la niega. Entonces vivimos en una sociedad que legitima la violencia como un derecho humano y la honra como virtud del que tiene más poder y la justificación es más grave que la violencia misma.

La violencia en nuestro país es un problema de formación individual y corrupción institucional- cultural y se sustenta, no en la violencia misma, sino en su justificación, tanto de derecho como de facto, La tarea más apremiante es crear un medio humano que favorezca la cultura de paz, para ello se necesita un ‘aggiornamento’ 1 del sistema en su totalidad.


*Catedrático e investigador de la Universidad Luterana Salvadoreña.

Visto 1368 veces Modificado por última vez en Martes, 17 Marzo 2015 13:33