Dagoberto Gutiérrez*
Raúl Castro, el presidente cubano, dijo que ambos países, Cuba y Estados Unidos debían aprender el arte de convivir con diferencias. Esta expresión sirve para situar el nuevo momento histórico en el que el imperio estadounidense entrega a Cuba los 3 héroes antiterroristas que aún guardaban prisión en ese país, injustamente. Y se anuncia restablecimiento de relaciones entre ambos Estados.
El presidente Obama argumentó en su discurso que el largo bloqueo de 50 años no había funcionado y por eso hay que cambiar. Finalizó diciendo que todos somos americanos. Sin duda, esto último es un recordatorio al pueblo estadounidense.
Estamos ante un nuevo momento histórico, en donde la firmeza de las posiciones estratégicas, con ausencia de renuncias a los principios ha caracterizado a la revolución cubana. Esta es la escuela de José Martí, de Fidel y del Che, y aparece unida a la inteligencia táctica, al amorío entre la firmeza y la flexibilidad, y a la adecuación a los nuevos olores de los nuevos tiempos.
El imperio estadounidense resiente en sus momentos de crisis que sus empresarios no participen del negociado que supone el proceso de adecuación que en Cuba asegura al socialismo. Otras empresas de otros países capitalistas si lo hacen ventajosamente, y Washington está sometido a la presión de sus necesitados capitalistas. No hay razones de peso ni estructurales para no participar en ese proceso cubano. Al mismo tiempo, la influyente colonia cubana de La Florida, cuyos votos necesitan tanto los republicanos como los demócratas, presiona para un cambio en la política hacia Cuba. Y la nueva posición imperial toma en cuenta este poderosísimo factor electoral.
Obama, artero como todos los presidentes del imperio, está arrinconado en muchos otros aspectos de su gestión presidencial en diferentes partes del planeta y en la vida interna de su país. Y en este caso, la nueva posición ante Cuba oxigena su gestión muy golpeada y reducida. No olvidemos en este punto que los gobiernos demócratas resultan ser, en la práctica, más peligrosos y más guerreristas que los gobiernos republicanos, y este viraje es por eso digno de la mayor atención.
Es indudable que para la revolución cubana y para los pueblos latinoamericanos es una sonora victoria que hay que celebrar con los ojos bien abiertos porque Cuba siempre goza del cariño y el respaldo de nuestros pueblos, y es parte de los procesos decisivos que en Sur América construyen nuevas alternativas independientes de Washington. Prácticamente es la Casa Blanca la que aparece afuera de estos nuevos procesos, mientras Cuba está situada como nunca en el corazón de los mismos.
Cuando Obama anuncia las nuevas relaciones con La Habana estamos ante una iniciativa imperial para integrarse en los nuevos procesos políticos y económicos de la que Cuba forma parte, pero que la Casa Blanca no libera ni inspira.
Washington confía en que sus empresas hagan negocios en Cuba y con Cuba, y Cuba también necesita ese intercambio. El nuevo momento trae para la revolución cubana nuevos retos y sin duda nuevos desafíos, porque no hay que olvidar que en pleno proceso de actualización del socialismo, el mercado capitalista aparecerá como el escaparate lleno de mercancías atrayentes que ofrecerán un modelo burgués de vida. Al mismo tiempo, la emigración cubana que podrá moverse libremente entre La Florida y Cuba también llevará a la isla su mensaje ideológico cargado de capitalismo. En definitiva, el mercado pondrá sus tiendas y caramancheles en los lugares más convenientes.
El nuevo momento es, entonces, un nuevo escenario decisivo de confrontación y, como nunca, las líneas ideológicas y políticas de dos mundos diferentes estarán frente a frente en una confrontación determinante. Podríamos decir que esta es la hora de las horas, donde la revolución cubana requerirá de toda su experiencia, su firmeza y su flexibilidad para saber cambiar lo que hay que remover, sin traumas, y saber defender lo irrenunciable.
A esto se refirió Raúl cuando habla del arte de convivir con las diferencias porque los dirigentes cubanos saben que la relación con Estados Unidos forma parte de la historia de Cuba y de Washington, y por eso se habla de convivencia, pero desde posiciones, filosofías e ideologías diferentes. Raúl está planteando la lucha continuada en las nuevas condiciones.
Para Cuba es la hora de librarse del bloqueo que ha atenazado su cuello durante 50 años y para la Casa Blanca es la hora de librarse de su mayor vergüenza histórica, equivalente a la mancha sanguinolenta de la base de Guantánamo. El levantamiento del bloqueo y el fin de la base imperial en territorio cubano son los pasos que han de asegurarse en esta coyuntura.
Para nuestros pueblos americanos, es necesario saber que la victoria de Cuba es también nuestra victoria y la nueva escuela que hoy se abre también tiene matrícula abierta para nosotros, sobre todo para una sociedad como la salvadoreña, con un gobierno entregado a la Casa Blanca, con parte importante de su población viviendo en el imperio, con una economía dependiente y sin ideología identitaria que lo caracterice, y teniendo adentro de la vida al mercado instalado en todos los poros. A una sociedad como esta, la experiencia de Cuba le resulta muy cara y muy apreciada. Necesitamos seguir paso a paso la nueva escuela cubana, tal como lo hacíamos en el pasado cuando aprendíamos a leer en los silabarios de M. Aguayo. O cuando aprendíamos álgebra en las tablas de Baldor, otro cubano. O cuando aprendimos literatura en los poemas de Martí, el cubano por excelencia.
Hacemos nuestra la buena noticia que nos llega desde La Habana.
* Vicerrector de la Universidad Luterana Salvadoreña