Deysi Cheyne
Un nuevo año ha comenzado y con ello la preocupación de cómo seguir enfrentando la vida cotidiana en un país como El Salvador, con sus elevados índices de pobreza y violencia, y cuyas principales víctimas son sus mujeres, quienes, paradójicamente, son las que siguen sosteniendo con su trabajo reproductivo, la subsistencia de miles de hogares encabezados por ellas. Un estudio publicado en junio del año pasado indica que el 85 por ciento de los hogares salvadoreños monoparentales son liderados por mujeres, y ente el 21 y 23 por ciento de niños/as entre 0 y 5 años están viviendo en familias monoparentales.1
Los acontecimientos nacionales e internacionales de este nuevo año no dan para el optimismo pero en medio del adverso panorama que nos rodea, es posible encontrar algunas luces esperanzadoras con las cuales alumbrarnos para seguir avanzando en la lucha por la igualdad. Una manera de descubrir esas luces es pensar los problemas en clave de desafíos.
Y qué entendemos por desafío? En primer lugar, se trata de problemas de cuya solución nos hacemos cargo y los convertimos en objetivos de lucha que le dan sentido a nuestras vidas. Por lo tanto, se vuelven referentes para guiarnos en la acción y anhelos para conseguir logros importantes para nuestras vidas y para la colectividad a la que pertenecemos. Identificar y priorizar los problemas de los que nos haremos cargo es ya un gran paso para conseguir los logros previstos.
Los grandes problemas de desigualdad genérica que vivimos actualmente las salvadoreñas requieren de un renovado esfuerzo por parte del movimiento amplio de mujeres que tiene, como sujeto político que ha sido, la responsabilidad de seguir indignándose por la grave situación que atraviesan las grandes mayorías populares en nuestro país, sobre-representadas por las mujeres, jóvenes, niñas y niños. Aceptar el desafío de recrearnos como sujetas políticas, organizadas, articuladas y luchando tenazmente por nuestros derechos, constituye el punto de partida.
Este renovado y recreado sujeto político tiene por delante desafíos propios y compartidos con otros sujetos políticos, los cuales debemos identificar para su priorización. A continuación, sin la pretensión de agotarlos, destaco lo que a mi juicio pueden ser los elementos más importantes a considerar para una agenda movilizadora en nuestro país, enmarcada en un contexto internacional que puede ser favorable en tanto sepamos aprovecharnos de el.
Naciones Unidas ha definido ya su agenda de desarrollo hasta el 2030: los llamados objetivos de desarrollo sostenibles (ODS), en palabras del PNUD, “van mucho más allá de los objetivos de desarrollo del milenio, abordando las causas fundamentales de la pobreza y la necesidad universal de desarrollo que funcione para todas las personas”. El ODS número 5 está referido a lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y niñas, pues se considera “fundamental para acelerar el desarrollo sostenible”. Poner fin a todas las formas de discriminación contra mujeres y niñas no es solo un derecho humano básico, sino que además tiene un efecto multiplicador en todas las demás áreas del desarrollo, señala el PNUD.
Cómo conectar estos propósitos internacionales con nuestra agenda nacional es un desafío a alcanzar puesto que en cada país se hará un esfuerzo específico desde las oficinas de ONU MUJERES para contribuir al logro de los ODS. Necesitamos entablar un diálogo permanente con esta oficina en San Salvador, sobre todo contando con una representante conocida por su alta sensibilidad en la lucha feminista centroamericana. Podemos pactar con esta oficina una agenda de trabajo que nos oriente conjuntamente en lo que se puede hacer para impulsar acciones realistas y tendientes a buscar soluciones a problemas concretos: el alto desempleo y la falta de oportunidades laborales para mujeres, la violencia y la explotación sexual, la falta de educación y salud sexual y reproductiva, la división desigual del trabajo no remunerado, tanto doméstico como en el cuidado de otras personas, la discriminación en la toma de decisiones en el ámbito público, el difícil acceso a recursos económicos, financieros y productivos, entre otros, pueden constituir una agenda prioritaria para el corto y mediano plazo.
Necesitamos reconocer el estado actual de la agenda de género: qué hemos alcanzado y qué nos falta, con qué recursos cuenta el Estado salvadoreño para su ejecución, que debemos enrrumbar de otra manera y qué nuevas voluntades debemos poner a prueba para hacer un esfuerzo sostenido y lograr avanzar.
Para ello, sin falta, debemos romper con esta anomia3 que nos ha caracterizado en los últimos tiempos y recobrar el espíritu luchador y lleno de coraje del que ha sido nuestro movimiento amplio de mujeres y feminista.
1 “Una mirada a las familias salvadoreñas: sus transformaciones y desafíos desde la óptica de las políticas sociales con enfoque hacia la niñez". FUSADES y UNICEF, Junio 2015.
*Coordinadora de la Unidad de Género d ela Universidad Luterana Salvadoreña