Mauricio Manzano*
Podemos decir que una institución educativa es un espacio organizado para la construcción gnoseológica de un contexto. Lo que se contextualiza es el conocimiento social, cultural, económico, político, religioso. También se contextualiza las necesidades y deseos de una comunidad. Lo que persigue es compensar carencias y satisfacer deseos, pero para que una institución educativa cumpla su quehacer debe tener ciertos componentes esenciales mínimos.
En primer lugar, toda institución debe tener coherencia con la Misión y debe estar adherida a la Visión. La Misión es el objetivo, la razón de ser de una institución, define lo qué busca, cómo y a quién busca. La misión es muy importante en las instituciones educativas, es lo que materializa el servicio que ofrece y deja ver sus principios y fundamentos que la sostienen, la Misión debe ser alcanzable y transparente. La coherencia de la Misión con la acción educativa es lo que posibilita la armonía institucional y motiva a trabajar por los objetivos trazados. La incoherencia entre la Misión y la práctica institucional puede desatar descontentos en el personal e intereses exclusivos. Es importante no perder de vista el horizonte que nos revela la Misión.
Por otro lado, la institución debe adherirse a la Visión. Si la Misión es el objetivo podemos decir que la Visión es la mirada ideal. La Visión hace referencia a la imagen y al valor utópico de la excelencia de la institución, es el ideal que motiva y empuja. Es importante tener, al igual que la Misión, una Visión clara y alcanzable, la Misión no se da por imposición, por decreto o repetición, sino por reflexión constante, por la percepción de la realidad cambiante y la adaptación a la novedad. La ausencia de la Visión produce dispersión de objetivos de las personas y no permite la adherencia a la Misión.
El plan estratégico de la institución debe estar dotado de objetivo y de imagen, los valores y la excelencia. Es decir, debe estar impregnado de la Misión y la Visión. La Institución tiene que saber el camino que correrá, y debe comprometer a su personal: trabajadores a la Visión y Misión. Esa es la función del plan estratégico.
En segundo lugar, la institución debe someterse a una autoevaluación continua. Esto con el fin de medir lo que se está haciendo y evaluar su rendimiento operativo. Para ello es necesario elaborar instrumentos que permitan medir el funcionamiento de una manera objetivo. Porque lo que no es susceptible de ser medido no puede ser percibido, la autoevaluación es capaz de ver lo que subyace más allá de lo aparente, y permite hacer mejoras, orientar resultados y evita hacer lo mismo. El objetivo es la calidad, y esta es hacer las cosas bien, adecuación de objetivo e ideal. La autoevaluación sirve para sostener la calidad, orientarla y establecer mejoras continuas.
Una cultura de la autoevaluación significa que una institución está dispuesta a mejorar en serio y no solamente con buenas intenciones y objetivos imprecisos. En ocasiones algunas instituciones plantean objetivos tan indefinidos con el objetivo de camuflar segundas y hasta terceras intensiones. La institución debe plantearse dónde está y dónde quiere llegar con resultados medibles y a partir de ahí mejorar para tener efectos eficientes.
En tercer lugar, un principio esencial de toda institución es que debe estar enfocada a procesos de causa y efecto. En una Institución educativa un proceso es la acción docente, gestión académica, gestión de recursos, planificación etc. Es decir, es un conjunto de acciones que vuelven operativa la institución. Aquí la relación de causa y efecto consiste en que todo ese conjunto de actividades generen el resultado deseado.
Si quiero orientar la institución para obtener determinados resultados deseados se tiene que tener claro que la única forma es intervenir en los procesos para mejorarlos. Pero para mejorar hay que saber la causa del resultado: tanto positivos para mantenerlos, fomentarlos; cuanto negativos para reparar, modificar y revisar. Es decir, todo efecto tiene una causa, si queremos mejorar los efectos negativos hay que saber las causas que lo originan.
A veces es difícil ver los errores de un cuadro cuando es uno mismo quien está dentro del marco. Del mismo modo, es difícil descubrir las relaciones de causa efecto en una institución cuando uno está metido o tiene cargos de dirección y de decisión, pero una clave esencial es tener conciencia que si tenemos resultados es porque hay una causa, y el análisis de causa efecto es esencial para la calidad de una Institución educativa.
Por último, la calidad tiene que ver con dar el “Más”. Toda institución es un conjunto de relaciones personales con talentos particulares y objetivos afines, y posee un acumulado de capacidad, la clave de la calidad es desplegar al máximo la capacidad de las instituciones. Y el potencial de una Institución es todas las oportunidades de mejora que posee, cuando hablamos de mejora hablamos de mejora para todos los miembros de la institución: los profesores, los alumnos, los padres, el personal administrativo, etc.
La calidad como “Más” significa llevar al máximo la eficiencia de una Institución, es decir, eficiente organización, buen uso de los recursos, buena gestión educativa, distribución equitativa de los dividendos etc. También es conocer los talentos del personal que labora en la Institución. Por ejemplo, si hablamos de los profesores buscar que pongan sus talentos al servicio de la Institución. A veces esto no sucede porque hay personas que tienen un talento que la institución no es capaz de fomentar, porque los desconoce, no le interesa, o porque el profesor está desmotivado, no se identifica con la Institución o por otras causas.
En fin, desplegar al máximo el potencial de una institución en eficiencia, conocimiento y talentos, debe ser el objeto e ideal de toda institución educativa de calidad.
*Investigador y catedrático de la ULS.