Miércoles, 15 Julio 2015 00:00

Violencia Social ¿Guerra o delincuencia común?

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Mauricio Manzano*

Cada día es más frecuente escuchar de boca de académicos, especialistas en seguridad y de la población en general, la pregunta ¿estamos nuevamente en guerra o el conflicto que vivimos es un problema de delincuencia común? Pregunta difícil pero pertinente en este momento sombrío que vivimos. Quizás ayude describir los rasgos y categorías usadas para referirse a este problema, esto nos puede ir dando cierto grado de claridad.

En los medios de comunicación y en la población nos encontramos con conceptos cada vez más frecuentes. Se ha comenzado a llamar como: “bajas y abatidos” cuando muere un agente de seguridad o un miembro de pandillas o maras. “Baja” es una categoría militar que hace alusión a los fallecidos en un enfrentamiento. También es frecuente escuchar el concepto: “combate, enfrentamiento, batalla”. Recientemente el Ministro de Defensa tipificó la violencia del país como: “conflicto de baja intensidad”. Algunos periodistas ya han utilizado la palabra guerra en sus reportajes periodísticos.

También es significante analizar el modus operandi y el tipo de armas utilizadas por parte de las pandillas en algunos “ataques” a puestos policiales: se ha detallado la utilización de más de un vehículo en las operaciones y la participación de varias personas de forma coordinada, componentes que revelan una planificación previa. Además, el tipo de armas utilizadas: fusiles M16, AK47, incluso granadas industriales clasificadas por los peritos como armas de guerra.

Hasta hoy, ya suman 34 policías asesinados, 13 militares, por lo menos ocho custodios y un fiscal. Estos datos dejan ver que estos grupos delictivos tienen definido al enemigo. Asimismo, un periódico impreso afirmaba que 161 pandilleros han muerto al atacar a policías y militares en los primeros seis meses de este año (EDH (08/O7/2015, p, 16).

El día 03 de julio, la policía informó que un grupo de miembros de pandillas se refugiaban en una zona boscosa de las faldas del volcán de San Salvador. ¿Campamentos? Hay territorios controlados y se está al tanto de reclutamiento de nuevos jóvenes para engrosar sus pandillas. Tienen un sistema de recaudación económica o renta, no se sabe con exactitud a cuanto asciende al año, pero se cree que el destino es comprar armas, pagar abogados, ayudar a las familias de sus fallecidos, etc. También se sospecha la preparación de una acción de mayor envergadura para hacer reconocer su fuerza. Se ha conocido que Casa Presidencial puede ser un objetivo de ataque. Los ataques a miembros de instituciones de seguridad y las sospechas de acciones planificadas han preocupado al gobierno y lo ha impulsado a la creación y despliegue de tres batallones de reacción inmediata de la Fuerza Armada, que estarán involucrados en tareas de seguridad pública.

¿Guerra o simple delincuencia común? Lo cierto es que los datos dejan ver dos bandos: las fuerzas públicas del gobierno versus las pandillas y maras. Este conflicto ha llevado a un rompimiento permanente del estado de paz anhelado y está dando paso a un conflicto cada día mayor. Pero, ¿cuál es la naturaleza de este conflicto, cuáles son sus causas y posibles soluciones? El analista político Dagoberto Gutiérrez, afirma que la crisis histórica que vivimos no es delincuencia sino “guerra social”. Esta guerra no es nueva sino la continuidad de la guerra civil que vivimos durante más de doce años, porque cuando se firmó la paz se renunció a la postguerra sin eliminar las causas del conflicto, sentenció el académico.

Efectivamente, la negociación no tocó los temas estructurales, con los “acuerdos de paz” se renunció a la guerra pero no eliminó el conflicto social y las causas que lo activaron, como: la exclusión, la pobreza y la humillación abrumadora que sigue sufriendo el pueblo, además de estas causas estructurales e históricas, el pueblo quedó con nuevas heridas abiertas y sin ningún tratamiento da sanación y cicatrización.

El fin de la guerra civil que culminó con la firma de los “Acuerdos de Paz”, al no eliminar las causas del conflicto continúo bajo otra modalidad conceptual, es decir, bajo el nombre de problemas de seguridad y delincuencia social. La firma de la paz declaró la prohibición del concepto guerra, sin embargo, ninguna guerra termina con la paz, sino con una postguerra, y la postguerra es una transición hacia la paz, esta transición no elimina las tensiones, es la continuidad de la guerra por otro camino, si en este espacio transitorio no se es capaz de superar las causas que dieron origen el conflicto armado, la postguerra es capaz de desencadenar situaciones de crisis social más oscuras. Todo país que sale de una guerra se ve implicado y sufre las consecuencias de la misma.

Otro elemento que vino a agravar la crisis socio-histórica no resuelta, fue la aplicación del modelo capitalista neoliberal de forma violenta, como ideología y como sistema económico que no responde esencialmente a principios de justicia social, ni asegura una existencia digna del ser humano. La imposición llevaba de contenido la privatización de todo, el mercado sustituyó al Estado y esto influyó en la concepción antropológica del ser humano, se construye un nuevo ser humano para el consumo, y para consumir hay que crear y desear, de este modo se convierte el deseo en necesidad y se alienta los esfuerzos de posesión y lucro, el valor de la persona cambia, se lo da las cosas, deseamos más lo que nos da valor, se inicia un proceso de deshumanización, lo que te valoriza no son las cualidades humanas sino la capacidad de consumo.

Así, el nuevo becerro de oro llamado mercado gobierna toda la sociedad y construye unhomo consumus a su medida, imagen y semejanza, en detrimento delHomo Sapiens, que pensaba y razonaba sus acciones. La concepción antropológica del ser pensante se ve reemplazada por la estructura del tener y de un ser humano indolente preocupado más por la adquisición de las cosas que por su comprensión. Además, el ser humano que no tiene capacidad de consumo es desechado y excluido por el mismo sistema, activando el viejo conflicto social. Pues la gente de la periferia, marginada del sistema, decide sobrevivir y comienza a pedir su pedazo de pastel.

En resumen, necesitamos un nuevo contrato social que refunde el Estado, la violencia es monopolio exclusivo del Estado a través de sus órganos jurisdiccionales, al ser debilitado y privatizado perdió el monopolio del control y la capacidad de intervenir de forma directa en la situación que favorece a la sociedad. Además, necesitamos una equitativa distribución de la riqueza del país, no es justo que 160 personas acumulen el 87% del Producto Interno Bruto nacional (OXFAM, 2015). También necesitamos una reforma estructural de la educación que sitúe en el centro a la persona humana. Y hay que preguntarse con honestidad si es necesario tener un acercamiento con estos grupos de poder generadores de inseguridad, para ello es necesario involucrar a todo la sociedad nacional e internacional.

El conflicto social que vivimos no es un error, es producto de un “fraude sistémico” y reflejo de la crisis de los paradigmas dominantes, y la renuncia de la postguerra como espacio de transición para trabajar en las causas generadoras de violencia.

*Investigador y catedrático de la Universidad Luterana Salvadoreña

Visto 4176 veces Modificado por última vez en Jueves, 16 Julio 2015 22:15